Pongámonos serios
desde el principio. No estoy hablando de productos. Las cartas sobre la mesa.
Sin ceniceros. Venga.
Te ofrezco risas, noches de brisa
marina. Ninguna despedida. Las odio. Te ofrezco besos en todos los formatos,
pequeños, grandes, al aire, en tu cuello, espalda. Mordiscos en las mejillas.
También puedo ofrecerte noches serias, aconsejarte libros buenos y ver una
película antigua. Te ofrezco cordura y locura al mismo tiempo. Hacer el amor como
nadie lo haga. Con palabras. Versos. Quesos y uvas. Vino fino. Te ofrezco un
coche y gasolina. Sin destino. Sólo de ida. Te ofrezco una aventura
inolvidable.
Te demando a ti. Que me chuchurres los
ojos cuando te ríes de mi. Que me cuentas chistes y sólo me río de los malos. A
ti que me haces volar hasta el infinito y me esperas con los brazos abiertos
para que no me haga daño. A ti que me sueles ignorar cuando te hablo pero sé
que me escuchas. A ti que no me defiendes porque sabes que no lo necesito. A ti
que me quieres de todas las formas posibles. En chándal. Despeinada. Desnuda.
En tus brazos. Que me consientes con palomitas de colores en todos los
exámenes. Te demando a ti porque tenemos un equilibrio* envidiable.
(*El equilibrio de
mercado se da cuando se cruzan la oferta y demanda en un punto, justo ahí en
ese punto estamos tu y yo)
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