jueves, 8 de octubre de 2015

Ley de oferta y demanda





Pongámonos serios desde el principio. No estoy hablando de productos. Las cartas sobre la mesa. Sin ceniceros. Venga.
Te ofrezco risas, noches de brisa marina. Ninguna despedida. Las odio. Te ofrezco besos en todos los formatos, pequeños, grandes, al aire, en tu cuello, espalda. Mordiscos en las mejillas. También puedo ofrecerte noches serias, aconsejarte libros buenos y ver una película antigua. Te ofrezco cordura y locura al mismo tiempo. Hacer el amor como nadie lo haga. Con palabras. Versos. Quesos y uvas. Vino fino. Te ofrezco un coche y gasolina. Sin destino. Sólo de ida. Te ofrezco una aventura inolvidable.
Te demando a ti. Que me chuchurres los ojos cuando te ríes de mi. Que me cuentas chistes y sólo me río de los malos. A ti que me haces volar hasta el infinito y me esperas con los brazos abiertos para que no me haga daño. A ti que me sueles ignorar cuando te hablo pero sé que me escuchas. A ti que no me defiendes porque sabes que no lo necesito. A ti que me quieres de todas las formas posibles. En chándal. Despeinada. Desnuda. En tus brazos. Que me consientes con palomitas de colores en todos los exámenes. Te demando a ti porque tenemos un equilibrio* envidiable.

(*El equilibrio de mercado se da cuando se cruzan la oferta y demanda en un punto, justo ahí en ese punto estamos tu y yo)

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